sábado, 28 de febrero de 2015

NUEVOS PROYECTOS. NUEVAS ILUSIONES.

A continuación, te relacionamos los proyectos en los que hemos ido avanzando en Veredas y que empiezan a ser una realidad: 


  • Proyecto "Soñando entre cuentos", en el aula hospitalaria del HUC. Contaremos con la formación de Juan Mata (Universidad de Granada) y Andrea Villarrubia (profesora de Lengua y Literatura), ambos miembros de la Asociación Entrelibros. Ellos nos han cedido generosamente su proyecto, para que lo pudiésemos adaptar y poner en marcha en las islas. Es fundamental que, cuantos deseemos participar en el mismo, recibamos la formación adecuada para obtener las mayores garantías de éxito, debido a las especiales características de los destinatarios del mismo. 

         SI QUIERES PARTICIPAR COMO VOLUNTARIO/A PARA LEER, COMUNÍCATE CON                     NOSOTROS A TRAVÉS DEL CORREO ELECTRÓNICO.

  • Proyecto "Talleres para crecer y crear en comunidad", destinado al alumnado de 6 a 12 años. En este caso, conjugamos la lectura con la formación de lectores y escritores. Es un proyecto que pretende trabajar con los barrios y su gente. 
"En el horno" quedan ilusiones que están tomando forma. Sigue pendiente de nuestras actualizaciones. 




¡Saludos veredianos!


TEXTOS "CUBANÍSIMOS"

Te dejamos una serie de lecturas de autores cubanos. Pronto sabrás el porqué.

GUILLERMO CABRERA INFANTE

“Dolores zeugmáticos”
Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra.

“Exorcismos de esti(l)o”


GUILLERMO CABRERA INFANTE

“Texto que se encoge”

Y el dueño se achicó, y es que podía hacerlo todavía y

fue el hombre increíblemente encogido, pulgarcito

o meñique, el genio de la botella al revés y

se fue haciendo más y más chico,

pequeño, pequeñito, chiquirritico

hasta que desapareció por

un agujero de ratones al

fondo-fondo-fondo

un hoyo que

empezaba

con

o

ALEJO CARPENTIER

-¿Qué quieres, viejo?...
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían -despojados de su secreto- cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles encolados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio, sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves desagradables y pechugonas.
“Viaje a la semilla”


PEDRO JUAN GUTIÉRREZ

No soporto a Shakespeare
AL FIN me decidí y empecé a despejar mi biblioteca. Lo hago cada cuatro o cinco años. Calculé que podía eliminar la mitad de los libros y quedarme con tres mil y pico de ejemplares. O menos. Si tuviera valor podría dejar sólo los diccionarios y unos veinte libros. Lo demás no merece la pena. Quizás el año próximo acumulo más decisión y los desaparezco todos. Sé que cada día me acerco más a mi punto de saturación.
   Hice una gran pila frente a la puerta de entrada, en el pasillo de la escalera. Los voy a regalar poco a poco. Ya casi terminaba. Serían las once de la mañana. Llegó una señora. Rubia, muy delgada, de ojos azules, educada y sonriente. Tenía que ser americana. Con su marido. Igual de típico. Podían tener sesenta y tantos años bien llevados. Fugazmente pensé en un caballo y una yegua de Kentucky. Unos hermosos ejemplares pura sangre. Subían la escalera sudando y resoplando, y se presentaron. Se presentó ella, en español. Él sólo me dio un apretón de manos muy brusco, y me dijo: «Hi.»
   –Buenos días. Mi nombre es Margaret Gifford. Él es Thomas. Somos de South Dakota. Rapid City, y...
   –Por favor, entren y refresquen. Tomen aire.
   Les ofrecí agua. Hablamos de lo usual: el ascensor siempre roto y los insoportables ocho pisos, la oscuridad claustrofóbica de la escalera, el calor y la humedad.
   Quedaron fascinados con el paisaje del mar desde la azotea. Y asombrados con el resto. Desde arriba parece una ciudad bombardeada. Margaret me dijo:
   –Lamentamos esta intromisión, pero pasamos unas vacaciones en Montego Bay, y no resistí la tentación de dar un salto a La Habana. Ehh..., bueno, seré sincera. En realidad, lo había pensado muy bien. Viví aquí los mejores años de mi vida.
   –¿Aquí en La Habana?
   –Here, here. En este penthouse. Hace muchos años. De 1953 a 1957.
   –Ya no son penthouses. Ahora son doghouses.
   –Oh, sorry. Todo está en ruinas. Éste era un edificio elegante. ¿Qué ha sucedido? No comprendo.
   Yo sí comprendía todo. Comprendía demasiado. Y guardé silencio.
   Buscó en su bolso y sacó un sobre amarillo con viejas fotos en blanco y negro. En todas aparecía una joven sonriente, bonita y despreocupada. Vestía como las modelos de Lana Lobells. Faldas anchas y plisadas. Blusas blancas y vaporosas, con discretos lacitos y encajes en medio del pecho. Collares de perlas blancas plásticas, que vendían en los Ten Cent, de Woolworth.
   –Esta joven soy yo.
   –Era muy bonita.
   –Oh, gracias. Fueron unos años preciosos. Aprendí español. Tuve mi primer amor, mi primer trabajo. Mis mejores años, ciertamente.
   –Pues yo he tenido aquí mis peores años. Y quizás los mejores también.
   –¿Desde cuándo vive aquí?
   –Desde el ochenta y seis. Hace quince años.
   –Mucho tiempo. Yo viví sólo cuatro años. ¡Maravillosos!
   –¿Y los peores?
   –Oh, no es saludable recordar.
   –Dígame.
   –Comenzaron cuando regresé a Rapid City. Me arrepentiré siempre. No debí irme jamás de aquí. Fue como... abandonar el paraíso..., oh...
   Me pareció un poco perturbada. Desvió la mirada hacia el mar. Guardó las fotos. Se alisó el pelo.
   –¿Desean un café?
   –Oh, no. Es una molestia.
   –No es molestia.
   Hice café. Thomas no aceptó. Sólo bebía agua mineral de una botella que traía en una mochila. Margaret no se molestó en traducir nada para su marido. Él sacó una cámara y nos tomó fotos en la azotea. Hizo algunas del paisaje. Mientras, Margaret y yo hablamos un poco más.
   –En los tres penthouses sólo vivíamos americanos. Sin niños ni perros.
   –Lo sé todo. La última americana murió hace pocos años.
   –Es un lugar hermoso. Nunca he vivido en un sitio tan bello.
   –Sí, es un privilegio.
   –¿Usted conoció a una americana aquí?
   –No, no.
   Yo no quería dar detalles. En boca cerrada no entran moscas. Pero lo sabía todo. Uno de los americanos vecinos de ella terminó en la cárcel, con una larga condena de veinte años, por un asunto muy feo. La otra vivió los últimos años de su vida aterrada y enclaustrada, con muchas rejas y candados. Finalmente nunca supe si era agente comunista internacional, perseguida por el FBI, según me dijo en una ocasión. O si –según otras versiones– era nazi profesional, que trabajó en un campo de concentración alemán. Igualmente perseguida, rastreada y amenazada de muerte. Finalmente murió de un modo atroz. Fueron dos vidas agónicas y terribles. Yo lo sé todo. Pero aún no es el momento de escribir sobre esos dos americanos. No tengo vocación de kamikaze. Quizás Margaret se salvó a tiempo, pero no se lo imagina. Nos miramos y sonreímos en silencio. Ya era suficiente. Margaret se disculpó y se marcharon. En la puerta echó un vistazo a la pila de libros. Había un tomo de Shakespeare encima. Lo cogió y me preguntó:
   –¿Y éste lo bota también?
   –Sí. No soporto a Shakespeare.
   –Oh, usted es un hereje.
   –Total y absoluto.
   Sonrió dulcemente y me pareció una mujer encantadora. El mundo está lleno de mujeres encantadoras. Aparecen siempre. Colocó el libro sobre los otros y comenzaron a descender la escalera cuidadosamente. Repitieron algunas frases de cortesía y despedida. Yo también pronuncié un par de frases corteses y cerré la puerta.

“Carne de perro”



Infiel hasta la muerte

LA PLAYA estaba absolutamente desierta a las siete de la mañana. El mar azul, transparente y tibio. En julio hay tanto sol y calor que en la orilla, el agua no se enfría durante la noche. Yo nadaba despacio. No había aire. Apenas una brisa leve que no lograba rizar la superficie. Parecía una piscina.
   Me gusta ir a nadar temprano. Mi padre nos llevaba al amanecer a la playa. Mi hermano y yo aprendimos a nadar entre las seis y las siete de la mañana. A veces recuerdo aquel tiempo con toda nitidez. Pero mis sentimientos de entonces no aparecen. Es sólo una película agradable. Lo veo todo, hasta los más mínimos detalles. Y me inquieto. ¿Estaré bloqueado? Bueno, da igual. Han pasado cincuenta años como una tromba por encima de mí desde aquellas madrugadas placenteras de natación.
   Por una calle medio cubierta de arena apareció un tipo. Era un hombre calvo, de unos cincuenta años. Usaba un pantalón azul y una camisa blanca. Me pareció que era chofer de guagua. La terminal de ómnibus está cerca. El tipo buscó la sombra de un cocotero. Había una pequeña duna de arena cubierta de hierba y flores violetas. Subió hasta lo alto de la duna, se sentó y comenzó a llorar. Sacó un pañuelo. Miró a un lado y a otro. No había nadie. Siguió llorando. Yo nadaba a unos doscientos metros de la orilla y no me podía ver. El brillo del sol, muy bajo, restallaba en la superficie del agua como en un espejo. Yo flotaba en medio de ese golpe de luz, invisible desde la orilla.
El tipo se secaba los ojos una y otra vez pero seguía llorando. Tenía los codos apoyados en las rodillas.
   Nadé un poco más. Suavemente. Sin chapotear. Y lo tuve siempre bajo observación. Al fin se levantó. Se sopló los mocos. Guardó el pañuelo en el bolsillo trasero. Metió bien la camisa dentro del pantalón. Ajustó el cinturón y regresó caminando lentamente por la misma calle. Me pareció triste y agotado.
   Salí del agua. Serían las ocho y unos minutos pero el sol ya calentaba en exceso. A lo lejos aparecieron unas pocas personas y un par de perros. Fui hasta un cocotero, a unos treinta metros de la orilla, y me refugié en la sombra. Allí tenía mi pequeña mochila con la toalla, una gorra, las gafas oscuras, unas chancletas de goma y un libro. Caminé un poco relajadamente. Sin pensar en nada. Es difícil pero a veces se logra. Insistir en la nada. Insistir en la nada. Muchas veces al día. Entrenarse para la nada. En la mochila tenía la biografía de Leopold Sacher-Masoch, pero ahora no quiero leer, me dije. No quiero leer. No quiero saber nada de nada. Ya es suficiente.
   Seguí caminando y mirando a la arena. Al pie de otro cocotero había un preservativo usado, repleto de esperma. Mucho semen. Cientos de hormigas se movían nerviosas, excitadas, dentro del condón y en sus alrededores. Bebían, comían, masticaban y tragaban espermatozoides. Cientos de pequeñas hormigas, alegres y divertidas, devoraban los microscópicos cadáveres de miles de seres humanos. Me quedé un instante observando cuidadosamente la fiesta de las hormigas. El banquete de las hormigas.
   Caminé un poco más por la orilla hasta que el aire me secó totalmente. Me vestí y me marché a casa. Quizás todo se organiza a mi alrededor y no tengo que seguir solo y en silencio, observando la brutalidad descarnada y visceral, como si la vida fuera un drama interminable.
   «La vida es una comedia», me dije. Hay que repetirlo hasta que sea cierto. La vida es una comedia. La vida es una comedia.
Carne de perro”

GASTÓN BAQUERO

Las estrellas
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

¡Cuántas estrellas anoche!
¡Yo las veía tan claras y cercanas
como higos de cristal, como frutillas azules!
Me parecía, Teresa,
que todas las estrellas te miraban
con la misma alegría con que te miran
los ojos de mi alma.

Bocarriba en el campo,
solos la tierra y yo con las estrellas,
yo ponía mis ojos
en el pueblo de ojillos azulosos
que desde arriba podía contemplarte
con tantos ojos como estrellas tiene
el cielo blanco.

¿O serán las estrellas
las orejas del cielo,
por donde arriba oyen
tu cantar cuando hilas
o tu risa en el baile?

¿O serán las estrellas
como un sarpullido
que en la piel del cielo
provoca rasquiñas,
y comezón, y ansias,
y por eso titilan
y brincan las estrellas?

No: son ojos las estrellas,
son miradas, son fiestas.
Yo anoche bien veía
que estaban contentas y felices,
como quien puede mirar desde un collado
a una moza llamada Teresa
mientras va por la cabra
o recoge azucenas.

Y yo quería tener, yo deseaba
tantos ojos como tiene el cielo
para verte con ellos. Yo me sentía
el cuerpo hecho un acerico
de estrellas y de ojos.
Por la piel
me picaban y corrían
todas las estrellas.
¡Pudiera yo ser cielo
y eternamente verte
con los innumerables ojos
de mis estrellas!

Sentados a los pies del profesor
preguntábamos: ¿y la eternidad?
Y el buen viejo nos miraba con enojo,
hasta que por fin decía, contemplándose las manos:
"La eternidad no ha sido definida, pues se necesita
una eternidad entera para que abarquemos
el concepto de la eternidad. ¿Habéis comprendido?"
Y nosotros, sentados a los pies del profesor,
nos reíamos tanto, reíamos con tan poco cansancio,
que nos llevaba una eternidad consumir la risa
producida por la definición exacta de la eternidad.

Breve viaje nocturno
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

Mi madre no sabe que por la noche,
cuando ella mira mi cuerpo dormido
y sonríe feliz sintiéndome a su lado,
mi alma sale de mí, se va de viaje
guiada por elefantes blanquirrojos,
y toda la tierra queda abandonada,
y ya no pertenezco a la prisión del mundo,
pues llego hasta la luna, desciendo
en sus verdes ríos y en sus bosques de oro,
y pastoreo rebaños de tiernos elefantes,
y cabalgo los dóciles leopardos de la luna,
y me divierto en el teatro de los astros
contemplando a Júpiter danzar, reír a Hyleo.
            
Y mi madre no sabe que al otro día,
cuando toca en mi hombro y dulcemente llama,
yo no vengo del sueño: yo he regresado
pocos instantes antes, después de haber sido
el más feliz de los niños, y el viajero
que despaciosamente entra y sale del cielo,
cuando la madre llama y obedece el alma.

JOSÉ MARTÍ

A la palabra.

Alma que me transportas:
Voz desatada
Que a las almas ajenas
Llevas mi alma;
Cinta, cinta de fuego
Que pura y rauda
A los sueltos humanos
Alegras y atas; -
Pastora, y pastorcilla
Enamorada,
Que junto al blanco y húmedo
Rebaño canta;
Arabe, árabe fiero -
Que en su dorada
Hacanea parece
Volante llama; -
León, león rugiente
De la montaña
Que como alud de oro
Al valle baja,-
Y en el villano impuro
La garra clava,-
Y en el dormido alumbra
El sol del alma; -
Lira, lira imponente
En la más alta
Cúspide de la tierra
Serena, alzada,-
En dos troncos de robles
Corvos las blandas
Cuerdas mordiendo, y trenzas
De rosas blancas
De los hilos sonoros
Sueltas al aura,
Cantando con pasmosas
Hercúleas cántigas,
De los dioses del cielo
Y tierra hazañas,
Y en himnos sin medida,
Como las almas,
Esparciendo a las nubes
La esencia humana,
Que en lento giro asciende
De la batalla


Dos patrias

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! Está vacío
Mi pecho, destrozado está y vacío
En donde estaba el corazón. Ya es hora
De empezar a morir. La noche es buena
Para decir adiós. La luz estorba
Y la palabra humana. El universo
Habla mejor que el hombre.
Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...

Yo soy un hombre sincero

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez, —en la reja,
A la entrada de la viña—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: —cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, —es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que al necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,—
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.



BIENVENIDOS/AS

Te damos la bienvenida a la Asociación canaria para el desarrollo de la Cultura y la Educación, "Veredas". 

Nuestra Asociación sin ánimo de lucro, cuenta con tres pilares básicos en los que se apoyarán las acciones y proyectos futuros, que verás irse fraguando y que desarrollamos al final de esta entrada. 

En nuestro blog encontrarás información de la actividad propia de la Asociación, así como de cualquier actividad paralela y que consideremos del interés de todos/as.  

Si quieres colaborar con nosotros, envíanos un correo electrónico. Tu colaboración siempre es importante.

Fines de la Asociación: 


a) Constituir un espacio de encuentro e intercambio de ideas y reflexiones de todas aquellas personas interesadas en favorecer un proceso abierto y participativo de debate e innovación en torno a la educación y la cultura como elementos esenciales para el desarrollo personal y social que capacita para el pleno ejercicio de la ciudadanía. 




b) Contribuir a la mejora continua de la Cultura y la Educación en Canarias, promoviendo la innovación en el diseño, creación y ejecución de planes, programas, proyectos y procesos cuyos objetivos y contenidos activen, promuevan y generen la realización tanto de actividades de educación formal y no formal, como de actividades culturales y artísticas dirigidas a todos los sectores de la sociedad, especialmente aquellas que favorecen el desarrollo comunitario, la compensación de desigualdades y la atención a colectivos en riesgo social. 


​c) ​Estimular la solidaridad, la colaboración y la cooperación en materia cultural y educativa entre los distintos agentes públicos y privados, individuos y colectivos, así como el desarrollo de políticas y mecanismos de ayuda a la creación y ejecución de actividades.



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Asociación "Veredas"